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Cada año tienen lugar en La Tierra, como término medio, entre 16 y 17 millones de tormentas, 44000 al día. Estas son temidas y deseadas a partes iguales y llevan consigo lluvias, vientos, relámpagos, truenos y rayos. Todo un espectáculo visual y auditivo.

Los rayos son uno de los fenómenos más imponentes de la naturaleza, y tenemos la gran suerte de poder observarlo desde cualquier lugar y época del año.

Cada segundo caen sobre La Tierra alrededor de 100 rayos, pero, ¿cómo se forman?

La descarga de los rayos sucede entre las nubes y la superficie de la tierra, o entre dos nubes. La luz que acompaña al rayo es conocida como relámpago. El sonido que se produce por la onda de choque de la descarga eléctrica es conocido como trueno. El primer factor indispensable para que se produzca un rayo, es tener una nube de tipo tormentoso, conocida como cumulonimbo.

Los rayos se producen por la interacción entre partículas positivas y negativas, pero ¿cómo se electrifica una célula tormentosa?

Sobre los 5km, las partículas de granizo adquieren carga positiva al chocar con cristales de hielo, que tienen carga negativa. Por debajo de los 5000 metros ocurre lo contrario.

Los cristales de hielo más ligeros que el granizo son empujados hacia la parte superior del cumulonimbo. Estos cristales forman una zona de carga positiva entre los 8 y 10km de altura, mientras que a los 5km se acumula la carga negativa. De esta forma, queda un polo positivo en la zona superior y un polo negativo en la zona inferior.

A consecuencia de esto, se genera una diferencia de potencial eléctrico tanto dentro de la nube como fuera, ya que la tierra se carga positivamente, y se produce la descarga eléctrica: el rayo. Estos rayos son los denominados negativos, pero también existe un tipo de rayo que llevan carga positiva entre la nube y la tierra, aunque son sólo un 10% del total.

La energía que libera un rayo no es mucha, pero al producirse en milésimas de segundo, su potencia es bastante notable.